Cada día al despertar pienso cómo sería tenerte cada
mañana a mi lado. Acariciar tu pelo mientras duermes y darte los buenos días
con la mejor y más grande de las sonrisas para terminar con
un beso en la mejilla.
Y desayunar en la cama. ¿Quién no
lo ha deseado alguna vez? Zumo de naranja, café, tostadas…
Observar tus ojos, tan profundos,
tan grandes. Antes eran como las olivas negras que recogíamos al pasar el
otoño. Ahora son un profundo mar que parece no tener fin alguno. Una mirada y
el mundo se para de repente…
Y recorrer con mil miradas tu cuerpo mientras te cambias. O mientras dejas
tu piel desnuda a mi lado. Besar tu ombligo, llegar a tu pecho, escuchar tu corazón…
Ya en el cuello, besarlo hasta llegar a tus labios. Nunca he visto unos
labios tan perfectos. Rosados y carnosos, que hacen de tu sonrisa la más bonita de las sonrisas.
Pero al despertar de nuevo, me doy cuenta de que todo ha
sido un sueño. Que no hay nadie, no hay ningunos ojos que me observen cada
noche mientras duermo, no están esos labios y no hay sonrisa alguna.
Cada noche al acostarme pienso cómo sería tenerte cada noche
a mi lado. Darte un beso de buenas noches al apagar la luz. Tumbarme, recostar
la cabeza en tu pecho y dormirme escuchando los latidos de tu corazón…